Toda persona que decide dedicarse al mundo del coaching debe tener en cuenta varias cosas para poder decir abiertamente que es un coach profesional.
Lo primero de todo es que debe saber qué es el coaching. Puede parecer una obviedad, pero hay quienes se meten en el mundo del desarrollo personal solo con fines de negocio, por lo que la esencia del coaching, la idea de transformación, de cambio del mundo, se la pasan un poco, hablando mal y pronto, por el forro.
Y nuestros años de experiencia en este terreno nos han demostrado que los que realmente quieren dedicarse a ser coaches de verdad, no de pacotilla, entienden que el coaching no es una forma de ganar de dinero, sino una forma de vivir, de ver la vida que, además, les puede reportar beneficio económico.
Si pasamos de esa primera comprensión de qué es el coaching, el segundo paso que debe dar aquél que desea ser coach profesional es formarse. Y aquí insistimos con lo que siempre recalcamos: tendrá que dedicar tiempo y esfuerzo para adquirir con calidad los recursos. No, no vale un curso de fin de semana. Y no, tu primo no te puede pasar un pdf con todas las dinámicas del mundo y tú ponerte a experimentar con tus amigos.
¿Y una vez que el coaching ya es uno conmigo y yo con él ya me puedo considerar un coach profesional? Casi. Es hora de interiorizar muy bien las denominadas competencias del coaching: una especie de decálogo de características o capacidades que todo coach competente que se precie debe cumplir para poder decir que es realmente profesional en su labor.
Competencias clave de un coach profesional
Cada coach es un poco de su madre y de su padre y usa su método para trabajar con sus coachees. Pero en todos y cada uno de los casos debe seguir unas competencias o pautas que indican que está haciendo muy bien su trabajo.
Estas competencias no nos las hemos inventado nosotros ni nos las hemos sacado de la manga. En realidad están definidas por la International Coaching Federation (ICF), la superasociación madre del coaching, y todas ellas son como una especie de filtro para que se pueda ver rápidamente quién es un coach auténtico y quién está diciendo que es un coach pero realmente es solo un saca cuartos. De hecho, la ICF deja muy claro el papel de estas competencias: “todas deben ser demostradas por cualquier coach competente”.
Estas competencias han sido tradicionalmente once, pero al igual que todo evoluciona, estas competencias también lo han hecho. Teniendo en cuenta que las mismas se definieron hace 25 años y el panorama general ha cambiado, pues estas debían ajustarse a los nuevos tiempos.
Así que ahora la ICF ha pasado de un modelo de 11 competencias a uno 8. No es que haya dicho ‘venga, estas tres sobran’, sino que se han mezclado o reagrupado para enfatizar algunos puntos sobre otros que ahora tienen más importancia.
Sea como sea, lo importante es entender que todas ellas tienen una razón de ser muy clara: dibujar el perfil de lo que tiene que hacer un coach para poder decir que no es un intruso.
Competencias nucleares
Hablamos de 5 competencias que todo coach profesional debería tener tatuadas ya no solo en la piel, sino en su ADN. Son las competencias TOP, lo más de lo más (de ahí que sean el núcleo) y digamos que si estas 5 se cumplen, las demás irán surgiendo solas como por arte de magia.
Demuestra práctica ética
Si somos sinceros, en general casi nadie en el mundo tiene ética. Tan solo piensa la de veces que le decimos a la gente qué tienen que hacer y cómo (y no nos referimos a mandar recoger el cuarto a tus hijos). Son los tradicionales “ pues deberías…”, “yo en tu lugar….” “pues esto lo deberías hacer así…” y similares. Con estas sencillas frases muchas veces estamos infravalorando a los demás, creyendo que no son capaces de saber lo que tienen que hacer. ¡Vamos de listillos por la vida!
Un coach, si quiere poseer esta primera y esencial competencia, no puede ir de listillo ni mucho menos, no puede faltar al respeto al coachee diciéndole qué tiene que hacer para alcanzar sus objetivos. El buen coach entiende que la persona que tiene delante tiene sus propios recursos para lograr sus metas.
Y si hablamos de ética al trabajar tampoco podemos olvidarnos de evitar el intrusismo laboral: si eres coach, eres coach. No eres ni psicólogo, ni mentor ni consultor; y por ello debes tener claro cuáles son tus límites y no cruzarlos.
Encarna una mentalidad de coaching
El coach profesional no alimenta el EGO del coachee dejándole refugiarse en los ‘es que todo el mundo está en mi contra…’, ‘es que es muy difícil…’, ‘es que…buscalaexcusaqueseteocurra’.
El buen coach ayuda a que las excusas se conviertan en objetivos claros que respondan a la sencilla cuestión de ‘¿qué es lo que quieres?’ Quiero cambiar de trabajo, quiero tener mejor salud, quiero mejorar mi relación de pareja, quiero disfrutar más de mi tiempo…. Más ‘quiero’ y menos ‘es que’.
Eso sí, entre tú y yo: a veces el objetivo es lo de menos. Es la excusa (qué ironía) para que el coachee conecte con su propia esencia.
Mantiene la presencia
Un coach profesional en cada una de sus sesiones debe estar ‘aquí y ahora’. Ni pensando en lo que pasó ni rumiando lo que podrá pasar, algo que nuestra mente hace continuamente y que nos lleva a vivir distraídos y sin foco.
Si el coach está presente deja de tener diálogo interno y de estar continuamente volando del pasado al futuro pudiéndose centrar al máximo en su coachee para ayudarle en el cometido que le ha llevado hasta él.
Aquí aprovechamos para hacer un inciso. Si sumamos ética y presencia obtenemos uno de los valores estrella que debe tener un coach (bueno, y que deberíamos tener todos en la vida en general): no juzgar. Infravalorar a los demás y basarnos solo en modelos de nuestro pasado sin ver la realidad presente hace que juzgar por juzgar sea uno de los entretenimientos favoritos actualmente.
Escucha activamente
En esta ‘escalera’ de competencias nucleares que debe poseer un coach profesional, si el coach posee ética, tiene claro cuál es su papel dentro del proceso de coaching, y tiene presencia, se alcanza prácticamente de forma natural el cuarto peldaño: escuchar activamente al coachee. Un coach que no escucha todo lo que tiene que decir el coachee será otra cosa, pero coach, no.
Con esa escucha activa que debe practicar un coach para ser todo un profesional hecho y derecho no solo hablamos de usar los oídos, sino también los ojos porque también tiene que ‘escuchar’ el lenguaje no verbal del coachee, sus gestos y movimientos. Todo ello aporta un montón de información que el coach es capaz de devolver al coachee en forma de preguntas que le hacen indagar en eso que él mismo ha expresado que no sabía interpretar.
Y de la misma forma que antes, estamos subiendo ya el pie para apoyarnos en el siguiente escalón de estas competencias.
Provoca conciencia
Ese clima de confianza generado por el coach le da la llave al coachee para abrir la puerta más importante de todo proceso de coaching: el denominado momento AJÁ. Ese preciso instante en el que el cliente se da cuenta de lo que quiere y vislumbra cómo conseguirlo.
Una herramienta clave para provocar ese momento de toma de conciencia y que podemos decir que es la seña de identidad del trabajo de un coach es la realización de preguntas directas. El coach plantea cuestiones al coachee para que indague en esa información que él mismo ha aportado pero que no estaba leyendo bien.
Pero no son preguntas para hurgar en lo más profundo de las tinieblas del coachee. Deben ser preguntas abiertas y blancas, cuestiones para que el cliente reflexione y descubra partes de su vida que no había visitado nunca y en las que estarán las claves para lograr el objetivo marcado.
De esas preguntas va surgiendo un diálogo, una comunicación la mar de interesante donde el coach no es el que da a información, sino que es el propio coachee el que ya comienza a darse cuenta del percal y a hacer reflexiones sobre lo que está descubriendo con las preguntas abiertas.
Igual de interesante aquí son las palabras que los silencios. De hecho, un coach que habla por los codos y no deja que en esa comunicación los silencios ocupen el espacio que merecen, seguramente sea un narcisista y un pesado pero, insistimos, no un coach profesional.
Esa toma de conciencia le hace sentirse crecido, comprendido y empoderado. El coachee por fin se entiende, se acoge y empieza a aflorar su mejor versión. Y al coach, como un padre orgulloso ante los primeros pasos de su hijo, se le cae la baba.
Competencia estructural
Cumplidas las anteriores competencias, un coah ya es un 70% profesional, pero le quedan completar los siguientes niveles de la escalera para terminar de alcanzar ese 30% de profesionalidad.
Establece y mantiene acuerdos
Es lo que se conoce como la ‘Alianza de Coaching’, que suena a acuerdo épico entre tierras del Señor de los Anillos, pero que no es otra cosa que leer las reglas del juego antes de jugar.
Vamos, el coach que es un coach de pies a cabeza debe dejar claro cuando se va a hacer una sesión o un proceso de coaching completo de qué va a ir el asunto, con sus bases y sus reglas para el coachee no sea pillado en un renuncio y sepa bien en el viaje que se mete.
Competencias de resultados
Porque como no nos cansamos de repetir, en el coaching se miden resultados. Y la consecución de los mismos es posible si el coach cumple estas competencias.
Cultiva confianza y seguridad
Como haya incomodidad o dudas del coachee con respecto al coach la cosa no pinta bien. Si el coach cumple las competencias de escucha activa y ética (no juzga), se genera el caldo de cultivo perfecto para que el cliente se relaje y se deje llevar hasta su propio cambio revolucionario.
Un coach que trabaja bien hace que el coachee se sienta escuchado, entendido, y así su propia mente se relaja, se abre y va perfilando el camino hasta alcanzar ese momento de darse cuenta que tanto placer genera en un proceso de coaching.
Facilita el crecimiento de cada cliente
Sí, el coach se siente loco de contento cuando constata que el coachee ha alcanzado la transformación necesaria y ha llegado a la meta. Pero ser un coach PRO es ir más allá de la entrega de medallas. De hecho la obtención del trofeo que implica haber cruzado la línea de meta es solo el inicio de un montón de ‘darse cuenta’ que no van a parar.
A partir de ese momento el coach tiene que saber hacer un seguimiento, seguir aportando recursos y ayudar al cliente a no parar de romper barreras. Un buen proceso de coaching, en realidad, está activo y acompaña durante mucho tiempo.
Como has podido comprobar, ser coach con todas las letras es algo serio porque las competencias a conseguir para serlo no son ninguna tontería.
En nuestra Escuela de Coaching no solo te formamos oficialmente y con calidad para adquirir las herramientas que necesitas para ejercer la profesión de coach, sino que te ayudamos a que en esa formación adquieras todas las competencias que te hemos reseñado en este post y que te impulsarán para alcanzar el estrellato de los mejores coaches.