Sudor frío, el corazón late rápidamente, la mente va a toda velocidad sin rumbo fijo, la respiración se entrecorta, el estómago se enfurece,… el miedo llama a tu puerta, toc, toc… ¿le abrimos?
Vivimos en un momento de grandes cambios, el que más o el que menos, en primera persona o como observador muy cercano está experimentando cambios que nos colocan a la pata coja, donde la incertidumbre de donde poner el siguiente paso, nos paraliza, nos inquieta, nos descoloca. Acaso ¿hay alguien que no tenga miedo a nada?. El miedo no es el problema, el problema puede estar en lo que hacemos con ese miedo, él solo llama a tu puerta
Sin embargo, detrás de cada una de las cosas que sentimos, en ocasiones sensaciones más cómodas y agradables y en otras más inquietantes e incómodas, habita un tesoro, una información muy valiosa. Es lo que podemos llamar la intención positiva, es decir, detrás de estas sensaciones y comportamientos, hay una perla valiosa; necesidad de protección, de seguridad, necesidad de marcar límites, protegernos de los demás o de uno mismo, darnos tiempo, tener paciencia, aprender nuevos recursos, observar y analizar una situación con cautela, ir de puntillas,… Incluso los síntomas físicos, nos dan la información de que algo no está funcionando correctamente.
Es decir, normalmente si nos preguntan a cualquiera de nosotr@s si queremos sentir miedo, responderíamos prácticamente tod@s que NO. Por eso ante situaciones de miedo intentamos desprendernos de él, pero sin embargo suele pasar lo contrario. Cuanto más quiero que se vaya, más se queda, cuanto menos lo quiero oír, más ruido hace, cuánto más lejos lo quiero, más cerca y grande se presenta.
Entonces ¿qué podemos hacer? Si hemos dicho que el miedo, tiene una intención positiva, es decir hay algo bueno que tiene para nosotros, hay algo de lo que nos está informando es el momento, cuando llame a nuestra puerta, de abrirle, de escucharle, recoger eso bueno que ha venido a traernos, darle las gracias y despedirnos amablemente. Abrirle y recibirle, es la clave, pero no dejar que se instale en nuestras vidas.
Abrir la ostra, que puede parecer fea, dura y sucia, y descubrir la perla que hay en su interior. Quedarnos esa perla, tenerla en cuenta y soltar todo lo demás, no sin antes dar las gracias al miedo.
El siguiente paso se llama ACCIÓN, ¿Qué podría hacer en este momento? ¿Tendría que pedir ayuda? ¿Qué estoy pensando? ¿Qué recursos tengo para manejarme en esta nueva situación? ¿Qué recursos nuevos podría adquirir?
Llenarnos y construirnos un collar de “ostras” seria colgarnos y cargarnos de mucho peso innecesario, cuando solo necesitamos la perla. La clave es tras reconocer la intención positiva tras ese comportamiento que acompaña al miedo sacar lo que me sirve y facilitarme el camino. Ante el miedo solemos huir, atacar, evitar y anticipar resultados negativos entre otros. Tras escuchar al miedo, podemos elegir utilizar otro comportamiento que tenga la misma intención positiva, pero que sea más eficaz y que me acerque a mí destino y que me haga el camino más fácil.
Así que en vez de huir, pedir ayuda, en vez de atacar, expresar al otro como me siento, en vez de evitar, ir poco a poco, en vez de anticipar, permitirme vivir el presente y tener confianza y fe en que las cosas saldrán como tengan que salir, y que todo “está bien”.
Este mes, te animo a vivir con agradecimiento y curiosidad cada una de las situaciones de incertidumbre que te presente la vida, sin tener miedo al miedo. Estas circunstancias están para un algo que aunque no veas ahora, lo veras cuando haya más luz. Crece, aprende y evoluciona. Es el camino de tu mejor versión