Comenzamos cada nuevo año con una lista de propósitos que, en muchos casos, se repiten de años previos. Y sin embargo, también podemos finalizar el año con la sensación agridulce de arrepentirnos de haber hechos cosas que nos alejan de nuestra verdadera felicidad. ¿Qué tipo de hechos son los que dejan un sabor amargo en el corazón?

1. Haber trabajado en exceso pero no por lo que implica el trabajo en sí mismo sino por las consecuencias de esta dedicación excesiva a lo laboral. En ocasiones, al convertir el trabajo en una prioridad constante, perdemos de lado lo importante que es disfrutar y pasar tiempo con los amigos.

2. Cuando hacemos balance de nuestra vida, también cometemos con frecuencia el error de analizar el plano del trabajo, el ámbito familiar, la vida de pareja, el plano del ocio… Y sin embargo, en muchas ocasiones, nos olvidamos de nosotros mismos, es decir, olvidamos que somos tan importantes que de hecho, esta relación con uno mismo es base del bienestar en otros ámbitos de nuestra vida. Por ello, en ocasiones nos arrepentimos precisamente de no tenernos en cuenta como merecemos.

3. En medio de la prisa del estilo de vida moderno, también podemos arrepentirnos de habernos dejado arrastrar por esa inercia sin encontrar tiempo para pararnos a pensar en qué queremos, dónde deseamos estar, qué es importante para nosotros y quiénes somos.

4. Haber dado alas al miedo es otro motivo de arrepentimiento habitual cuando tomamos conciencia de todo aquello que hemos dejado de hacer por el temor que es un sentimiento que tiene muchas formas de manifestar: miedo al fracaso, al éxito, pánico al qué dirán, temor a la soledad, miedo al rechazo, apego excesivo a la zona de confort…

5. Del tiempo que hemos perdido o vivido a medias por estar más centrados en preocupaciones de futuro o en recuerdos tristes del pasado descuidando, por tanto, el presente de la vida.