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El cerebro comienza siendo femenino

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Autor: Celia de Austria

En mi continúo interés por conocer  las diferencias entre el cerebro masculino y femenino, me encontré con el trabajo de la doctora Louann Brizendine, neurobióloga especializada en el estudio del cerebro femenino y directora fundadora del Women’s Mood and Hormone Clinic en San Francisco.

Autora de varios libros, entre ellos “ El cerebro femenino”, lleva años investigando las diferencias en la biología cerebral entre ambos sexos, una diferencia que ya viene marcada genéticamente desde el momento que los cromosomas sexuales (XX o XY) son completamente distintos.

Pero, en el principio del desarrollo embrionario, desde el momento de la concepción hasta la octava semana, ambos sexos presentan el cerebro del mismo tipo y este cerebro es de tipo femenino. Es decir, la forma biológica por defecto es la naturaleza femenina, lo cual podría estar relacionado con el hecho de que en la formación del cerebro embrionario intervienen los neurotransmisores producidos por la madre.  Posteriormente, los incipientes testículos de los embriones masculinos empiezan a producir testosterona en grandes cantidades, modificando el cerebro a un cerebro típicamente masculino.

Esta enorme producción de testosterona en los bebes masculinos continúa hasta los nueve meses después del nacimiento y se denomina pubertad infantil, pasada la cual, la segregación de esta hormona disminuye. En cambio, la pubertad infantil en las niñas dura hasta los dos años y se manifiesta en una gran liberación de estrógenos al cerebro.

Todo esto aporta los fundamentos biológicos de las diferencias en el comportamiento infantil entre niños y niñas, por ejemplo en la conducta del juego, donde la cultura no influye tanto como creíamos. Se ha visto que, los niños normalmente tienen juegos bruscos y de peleas, y las niñas juegan a asignar roles. La propia doctora Brizendine  contaba que cuando le dio a su hijo una muñeca de piernas largas, el  niño  acabó rompiéndole las piernas y lanzándolas como lanzas.

¿Habéis visto estas diferencias en vuestros hijos?