Autor: Jesús Mª Martínez del Rey
Como tutor de Alumnos del Curso de Especialista Universitario en Coaching con IE y PNL he tenido que revisar un elevado número de tareas, así como supervisar las bitácoras de sus sesiones de coaching. Si tuviera que elegir la palabra que más se ha repetido en estar tareas y bitácoras, ésta sería: empatía.
La empatía es básica para el trabajo de un coach. Es igualmente imprescindible para nuestra vida diaria.
Aunque el concepto es tan viejo como el mundo, de empatía comenzó a hablarse, con más fuerza, quizás, a raíz de los trabajos sobre Inteligencia Emocional que realizó Daniel Goleman, en los años noventa. Este psicólogo norteamericano la colocó en la lista de habilidades de lo que denominó Inteligencia Social.
El Diccionario de Real Academia Española acaba de modificar este término en su última versión, la 23ª. La define como: “Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo del otro.”
El concepto es, sin embargo, antiguo. La expresión “ponerse en los zapatos del otro”, o la más castiza y española “ponerse en el pellejo del otro”, así lo demuestra. Los indios norteamericanos dan una vuelta de tuerca más, y matizan: “camina una milla en los zapatos del otro.”
En esta matización procedente de la sabiduría popular, considero que reside una importante clave de la empatía: no solo basta con identificarse con el estado de ánimo del otro, sino que hay que transmitírselo. Hay que tener la suficiente capacidad para reflejar nuestra emociones al otro, con lenguaje verbal y no verbal. Podemos decirle verbalmente que lo entendemos, pero si no somos capaces de reflejarlo, de comunicarlo con nuestro lenguaje no verbal, la persona que tenemos enfrente muy probablemente no nos crea. Se habrá puesto en riesgo el proceso de comunicación. Puede venirse abajo lo que tanto ha costado construir.
En esta línea, La psicóloga Laura García Agustín entiende la empatía como “la capacidad de trasmitir emociones al otro.”
Ser empático no significa estar de acuerdo, sino entender lo que hace la otra persona, de acuerdo con su mapa del mundo; es decir, con sus vivencias y sus experiencias.
Sin justificar. Sin juzgar. La empatía nos hace más humanos.
Salvo patologías, la empatía nos viene a los seres humanos de serie. Pero requiere entrenamiento, exige esfuerzo y pedagogía. La empatía se aprende. No es fácil ser empático, y mucho menos si no disponemos de una correcta gestión emocional. La identificación de nuestras emociones es un paso previo a transmitirlas. Es aquí donde comienza la gestión de nuestras emociones.
La empatía tiene límites. Para nosotros coaches, uno muy claro: el contagio emocional. El exceso de empatía hacia nuestro coachee, nos haría perder el enfoque, mermando la capacidad de ofrecerle nuevas perspectivas.