Siento una gran satisfacción interior que no puedo disimular, aunque, siendo sincera, tampoco lo pretendo…
Son días de resaca gustosa, muy gustosa, después de recibir la formación Máster de PNL, con Enrique Jurado y Frank Pucelik, uno de los cocreadores de la PNL.
Han sido días muy intensos y, al mismo tiempo, de mucho disfrute. Valoro mucho la fortuna de poder aprender directamente de una de las personas que creó la PNL, que sembró el germen de lo que hoy es la disciplina que me ha ayudado, no solo a cambiar mi vida, sino también a recuperarla.
De la manera que dice el título de este post… Tomando las riendas.
Durante estos días hemos ahondado en el trabajo con las creencias, esas compañeras de camino desde hace tanto tiempo que nos sirven de excusa y, por qué no, también de coartada, pues nos ayudan a defendernos y a justificar por qué actuamos de una manera determinada, ocupándose siempre de que nuestra integridad, nuestra competencia, nuestro talento, no se pongan en entredicho.
Son la causa de muchas de nuestras metas inalcanzadas, de objetivos que se diluyen a mitad de camino y son, además, una especie de traductor que nos ayuda a entender por qué nos comportamos de la manera en que lo hacemos.
Por eso es importante tomar consciencia de ello, para poder abandonar todas esas creencias limitadoras que nos condicionan y sustituirlas por otras potenciadoras que nos den impulso para llegar rápidamente a nuestra meta. Consiguiendo así ser las personas que queremos llegar a ser y conseguir todo aquello que queremos conseguir.
Y olvidarnos de la cantinela “no soy capaz de hacerlo” o “no soy suficiente”. Porque puede ser que un día esas creencias nos ayudasen en circunstancias determinadas, pero es bueno seguir hacia delante, es necesario para alcanzar aquello que queremos.
Siempre conectados con nuestra esencia. Siempre permitiéndonos ser quienes queremos ser. Trascendiendo y recuperando toda nuestra fuerza y todos nuestros recursos.
He aprendido la importancia de cometer errores para poder aprender una habilidad. Es en el momento en que nos permitimos cometer errores cuando podemos desarrollar nuestra capacidad de aprender de verdad.
Decía Enrique Jurado durante estos días que “no hay nadie que nos pueda rechazar ni abandonar, si nosotros no nos rechazamos ni abandonamos”.
Tememos fracasar, sin darnos cuenta de que el fracaso es tan solo un ensayo de algo que, si perseveramos, está por llegar. Por tanto, el fracaso, como la vida, es un gran maestro.
He aprendido, gracias al modelado, a encontrar todos y cada uno de los ingredientes que constituyen un problema, y no solo eso, sino que he aprendido a desentrañar la fórmula exacta, la receta precisa para que ese problema sea considerado por nosotros como tal.
Y desde ahí, del mismo modo que lo hemos construido, poder desmontar la estrategia interna que lo origina, para que esa dificultad o impedimento desaparezca.
He disfrutado recordando cómo la PNL nos empodera, permitiéndonos ser los creadores de la vida que queremos llevar, permitiéndonos ser felices, ser fuertes, suficientes y capaces, para poder ayudarnos a nosotros mismos y a los demás.
Porque, como dice Frank Pucelik, “todo aquello que hayamos sabido resolver en nuestra vida es lo que podremos compartir y aportar a los demás”. Para poder así dejar de ser pequeños y encontrar todas esas aptitudes que nos ayudan a diseñar nuestra vida y hacer todo aquello que desea nuestro ser.
Encontrando toda esa fuerza, sin pretextos ni excusas. Nada grande se consigue desde el lamento y la pequeñez. Y esa fuerza que, sin lugar a dudas, está en nuestro interior, la podemos recuperar con ayuda de la PNL.
Tomando las riendas. Me encanta repetirlo y, además, lo quiero recordar. Este viaje ha comenzado y ha cogido velocidad.