“La crisis actual es una crisis de valores”
¿Cuántos de vosotros habéis oído esta frase? Yo, muchas. A lo largo de estos 7 u 8 años de crisis mundial, que comenzó por una fuerte crisis financiera, la situación global ha evolucionado y se ha llegado a la conclusión de que lo que realmente estamos viviendo es una fuerte crisis de valores. ¿Cuándo fue la última vez que pensaste en cuáles son tus valores hoy? ¿Te has parado a pensar y definir cuáles son los valores que les estás transmitiendo a tus hijos?
Empecemos definiendo lo que son los valores: son creencias personales en relación con lo que parece importante. Son sistemas de creencias sobre lo que se considera justo o injusto, bueno o malo. Son aquellas cosas que nos aportan satisfacción y que, de no acercarnos a ellas, no seremos felices.
Existen cuatro tipos de Valores:
- Valores como medio. Hay personas que creen que el dinero, un trabajo exitoso, una relación personal, son valores. Sin embargo, estos son medios para obtener determinados estados emocionales.
- Valores como fin. Generan motivación. A aquellas personas que consideran el dinero como valor, al preguntarles qué hace para ellas el tener dinero, seguramente responderían que el dinero les aporta seguridad, libertad, confianza. Y esos son los verdaderos valores, los valores como fin.
- Valores como acercamiento. Son aquellos valores que crean estados o experiencias que nos dan placer.
- Valores como alejamiento. Son esos valores que no queremos que aparezcan en nuestra vida, representan estados o situaciones que evitamos.
Una frase que he aprendido a lo largo de mi vida y que procuro enseñar a mis hijos es “Predica con el ejemplo”. Las palabras se las lleva el viento, pero lo que tú haces, no. Y precisamente ahí es donde los niños y adolescentes se fijan más. Para ello es imprescindible trabajar y adoptar como hábito la Coherencia, partiendo de uno mismo: coherencia entre lo que piensas, dices, sientes y haces. Porque en cuanto dejes una pequeña brecha, lo aprovecharán para echártelo en cara. Pero no somos perfectos. Somos humanos. ¿Cómo afrontar esos momentos? Con Humildad (otro de mis valores básicos) y relativizando la situación.
Propuesta de ejercicio:
Selecciona diez valores o comportamientos que mejor te reflejan. Describe cómo eres, no cómo desearías ser. Hecha la lista, compara los valores, el 1º con el 2º y piensa cuál es más importante de los dos. Piensa situaciones concretas y cuanto más específicas, mejor. Repite con todos (luego compara el 2º con el 3º, el 3º con el 4º, etc.). Reflexiona sobre POR QUÉ es importante ese valor (cada valor) en esa situación.
(Y si te surgen dudas, puedes ponerte en contacto conmigo. Escribe a rrouvianha@ya.com)
“Cuida tus valores porque se convierten en tus pensamientos.
Cuida tus pensamientos porque se convierten en tus palabras.
Cuida tus palabras porque se convierten en tus acciones.
Cuida tus acciones porque se convierten en tus hábitos.
Cuida tus hábitos porque se convierten en tu carácter.
Cuida tu carácter porque se convierte en tu destino”
(Pirké Avat)
Tener una buena relación paterno-filial con nuestros hijos adolescentes es posible. Cuanto antes nos pongamos manos a la obra mucho mejor. Pero no desesperéis, nunca es tarde. Lo importante es rectificar aquellas cosas que nosotros hemos dicho o hecho y no nos gustan y saber cómo transmitirlo a los chavales. ¿Cómo? Empezando por ponernos en su lugar. Empatizando con ellos. ¿Recordáis cómo os hablaban vuestros padres cuando vosotros erais jóvenes? Seguramente muchos os acordáis cuando vuestra madre os hacía “el tercer grado” al volver de marcha a las tantas de la mañana, o en la comida al día siguiente, y vosotros con un “cuerpo serrano” totalmente dispuesto a contestar, ¿verdad? (¡¡Jejeje!!) Pues eso, que a vuestros hijos les pasa igual. No olvidéis que vosotros también fuisteis jóvenes y que pensabais de vuestros padres igual que lo hacen vuestros hijos de vosotros ahora.
Aspectos fundamentales para una buena relación entre padres e hijos son:
– Conocerse mutuamente. Qué es lo que gusta al otro, qué es lo que le molesta, en qué momento es así, etc.
– Respetarse. Básico para aceptar y comprender diferentes maneras de pensar y actuar.
– Confiar los unos en los otros. ¿Qué necesitas tú para confiar en los demás? Y, ¿qué das para que los demás confíen en ti?
En resumen. Que para cuidar la relación que tenéis con vuestros hijos adolescentes, transmitiéndoles aquellos valores que hoy son importantes para vosotros, os ofrezco algunos consejillos finales:
- Pasar tiempo juntos. Ya sabemos todos lo apretadas que tenemos nuestras agendas. Pero es fundamental saber pasar un rato al día, sea el tiempo que sea, pero que sea de calidad. Que los hijos sepan que nos interesan. Aprovechemos el tiempo y comuniquémonos todo lo frecuentemente que nos sea posible. Así ellos notarán que nos preocupamos por ellos, que no están solos, que no les ignoramos.
- Aceptar que nuestros hijos crecen. Tratarles como adolescentes. Necesitan independencia. Ya no son niños. Aunque sí necesitan que mantengamos el vínculo íntimo que hemos cosechado durante toda la etapa anterior, que sientan que nos tienen ahí, que podemos ser su red de salvación en el sentido de que ellos sepan que pueden contar siempre con nosotros, que les queremos. Pero entendiendo también, que han empezado el viaje de su independencia, están aprendiendo a coger las riendas de sus vidas y que nosotros estaremos ahí para orientarles de la mejor manera posible.
- Confiar en ellos, igual que nosotros (como padres) quisiéramos que confiasen en nosotros. ¿Cómo? Empezando por cumplir lo que prometemos. Delegando responsabilidades de mayor calado, como, por ejemplo, permitiendo (negociando) que ellos también fijen límites, o que creen normas para la mejor convivencia de todos en casa.
- Reforzar los puntos fuertes de nuestros hijos. Procurar no compararles con otros hermanos o personas. Evitar las típicas frases como: “¿Por qué no puedes ser como tu hermana/o? O “Tu hermana/o no dio tantos problemas”. Cada persona es especial y única en el mundo. Demos apoyo cuando hacen algo bien y, especialmente, cuando se esfuerzan más.
- Decir “TE QUIERO”. Muchas veces lo damos por hecho y no lo decimos. ¿Cuándo fue la última vez que le dijiste estas palabras a tu hijo/a? ¿Cuándo vas a decírselo la próxima vez?